En torno a 1820 se empezaron a construir bajo las casas de Tomelloso más de 2500 cuevas, utilizadas para hacer y almacenar vino. Por el papel que jugaron en el crecimiento de la ciudad, podemos decir que las cuevas de Tomelloso son, sin duda, el mayor patrimonio y uno de los más importantes que aún se conserva.
El subsuelo de Tomelloso se presta para que sus hombres, a pico y brazo, realicen estas cuevas sin más técnica que sus cualidades en un trabajo bien hecho, ayudados por mujeres –llamadas “terreras”- encargadas de trasladar la tierra y la arena extraídas del interior hasta la superficie, que en muchos casos se venía aprovechando para el pavimento de calles o para levantar sus propias casas. Los “picaores”, con aguzados picos, horadaban el subsuelo hasta lograr unas naves con bóvedas en arco de medio punto.