Descripción
El emplazamiento de población en tierras hoy sonejeras se ha datado desde muy antiguo. El entorno de La Dehesa ha desvelado asentamientos humanos del Epipaleolítico,1 y los historiadores consideran que, ubicada en el camino natural entre Sagunto y la antigua Segóbriga, ambas aliadas, se debió de establecer un emplazamiento romano, como lo demuestra un castro descubierto en el Monte Gómez, limítrofe entre los términos municipales de Soneja y Sot de Ferrer. Por otra parte, se han encontrado restos de finales de los tiempos ibéricos y de la plena romanización en diversos puntos del territorio, aunque hay razones para pensar que el emplazamiento donde hoy se encuentra el casco urbano de Soneja no tomaría carta de naturaleza, como población, hasta los s. X o XI. En cuanto a su toponimia, tradicionalmente se ha pensado que su nombre podría derivar del nombre Sonexa, dado que –según datos facilitados por el que fuese procurador del Conde de Cervellón- "en el sitio que hoy ocupa el Palacio había una Alquería con su correspondiente torre, habitada por un moro llamado Sonexa; alfaquí de un grupo de moros establecidos en lo que hoy es la calle de la Hombría". La toponimia actual, sin embargo, propone la tribu bereber de los Sanhaja (Sanhâga, Sinhaja, Sinhaya) como la hipotética fundadora de la aljama de Soneja, que surgiría en torno al s. XI en lo alto de la colina donde hoy se halla la plaza de la Iglesia y entorno. La aldea conformada entonces por un pequeño grupo de casas sería el germen desde el cual se desarrollaría su actual núcleo urbano. La antigüedad de Soneja puede decirse, por tanto, que se remonta a varios siglos previos a la conquista del reino de Valencia por el rey Don Jaime I. Como a otros musulmanes, se permitió a sus primeros pobladores continuar viviendo y conservando sus propias creencias y tradiciones, así como pagar impuestos a los señores cristianos, por lo que desde entonces fueron denominados "mudéjares". Se conserva, probablemente de los siglos inmediatamente posteriores, un acueducto medieval que aún hoy cumple su función. A partir especialmente de la guerra de las Germanías, los mudéjares del reino de Valencia fueron obligados a convertirse al cristianismo, siendo llamados a partir de entonces "moriscos". En 1534 se crearon nuevas parroquias en lugares habitados por moriscos, como fue la de Soneja, Azuébar y Chóvar, aunque siguió unida a la iglesia parroquial de Almedíjar y su curato. El 8 de febrero de 1563 tuvo lugar el desarme de los moriscos valencianos, con la confiscación en Soneja de 27 espadas, 5 puñales, 2 ballestas, 1 rodela, 3 broqueles, 3 cervelleras y 1 daga. Y en 1599 la parroquia de Soneja, Azuébar y Chóvar se convirtió en curato, desligándose de la iglesia parroquial de Almedíjar y aprobándose la fundación de una iglesia parroquial en el lugar de Soneja, para forzar la conversión real de sus moriscos. Tras la expulsión del reino de Valencia de la población morisca, decretada el 22 de septiembre de 1609, Soneja quedo convertido en un despoblado, pues la totalidad de los habitantes eran moriscos. El lugar fue nuevamente poblado por 39 familias cuando Don José Folch de Cardona les otorgó -junto a las 6 familias llegadas a Azuébar- la carta de población el 27 de noviembre de 1609. Ésta fue la primera carta puebla que se conformó en la geografía castellonense tras la expulsión de los moriscos. Aunque tuvo una iglesia anterior (construida en 1633), el 5 de octubre de 1751 se inició la construcción de la actual Iglesia de San Miguel Arcángel, finalizando en 1768. Durante la primera guerra carlista sufrió diversas incursiones de las fuerzas carlistas, como fue el saqueo e incendio ocurrido en 1836. Por este y otros motivos, la villa se fortificó con tres cercos amurallados entre 1839 y 1840. Treinta años más tarde, entre 1861 y 1869, se desarrollaron las tareas de deslinde y amojonamiento para la completa separación de los términos municipales de Soneja y Azuébar. Ya en el s. XX, Soneja padeció nuevamente los rigores de la guerra y de la posguerra, pues en sus inmediaciones existió un campo de concentración que albergó prisioneros republicanos una vez terminó la guerra (entre dichos prisioneros se encontró el que sería posteriormente destacado dramaturgo, Antonio Buero Vallejo).