Se trata de una ermita pequeña y sencilla, con todo el encanto y belleza de su venerable antigüedad y lo evocador de su ubicación. Cimentada sobre la propia roca, su planta es rectangular y alargada, de 4 tramos, con paredes de ruda mampostería dejada a la vista, refuerzos de sillares y cubierta de tejas a dos aguas, recientemente rehabilitada. A la puerta, que se abre bajo arco rebajado con grandes dovelas, se accede por unos escalones de piedra. No hay adorno alguno en la fachada, que remata en amplia espadaña de hueco doble con tejadillo, pero sin campanas.
Al interior, el suelo es de piezas de barro y la piedra natural sobre la que se asienta, tiene la cubierta de madera soportada por dos arcos apuntados. Tras el altar hay una hornacina para la imagen de la titular, reproducción de una imagen del retablo mayor de Burgo de Osma elaborada por el taller cerámico Estanislao de Castellón.
La ermita ha sufrido numerosas modificaciones, la primera en el siglo XVI que se realizó por problemas en su estructura. A partir del siglo XIX y tras el abandono de las masías colindantes entró en un proceso de deterioro del que se recuperó en tiempos recientes cuando se realizó la restauración de la cubierta y muros manteniendo muchos de sus elementos originales.
Cuenta la leyenda que la conquista cristiana de esta fortaleza se logró gracias a la intervención de la Virgen, que se apareció a las tropas en el lugar donde después, a finales del siglo XIII o principios del XIV, se edificó la ermita en conmemoración del hecho. En lo que sería la puerta de entrada al recinto del castillo de la Viñaza. En esos tiempos, la capilla debía quedar dentro del recinto amurallado. Es un hermoso templo medieval, que ha sobrevivido milagrosamente el paso del tiempo a pesar de lo remoto de su emplazamiento.
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