Descripción
A falta de un estudio y en profundidad de los restos arqueológicos del término municipal, hasta la fecha, la presencia humana más antigua se remonta a la Edad de Bronce, si bien se trata de restos poco significativos. Es a partir de la cultura ibérica cuando Alcora presenta una relativa abundancia de yacimientos, destacando de entre ellos los poblados de Montmirà y el Tossal de les Foies. La dominación romana dejó también su huella en las partidas de Montmirà, la Pereta y, sobre todo en la de Santa, donde existen vestigios de un gran asentamiento rural de época imperial junto al Camí dels Bandejats, que unía la zona prelitoral con las tierras altas del interior y cuyo origen pre-romano parece más que probado. En la partida de Santa también han sido halladas varias lápidas sepulcrales con epígrafe latino, hasta un total de 8, algunas ellas ya citadas por el príncipe Pío de Saboya en el siglo XVIII. También en Santa han sido halladas en el 2004 las termas romanas. Los vestigios de la presencia musulmana son relativamente abundantes. Destacaremos aquí, por su singularidad e importancia, el castillo de Alcalatén, que da nombre a la comarca. Igualmente musulmán es el origen del topónimo - ya que alcora significa alquería - y del núcleo de población de Alcora, en cuyo centro histórico se conservan algunos elementos urbanísticos y arquitectónicos de innegable origen islámico. El 24 de julio de 1233 la fortaleza y territorios del Alcalatén son conquistados por las huestes de Ximén de Urrea. El 31 de diciembre de 1305 se otorga Carta Puebla a Alcora. Por ella, D. Juan Ximénez de Urrea, quinto descendiente directo de Ximén de Urrea, da a poblar la "puebla de Alcora de Alcalatén", según fuero y costumbre de Aragón, a 11 caballeros y miembros de la nobleza con la condición de traer 110 pobladores más, y reservando parte de las tierras para los moros que quisieran permanecer en la villa. A partir de la concesión de la Carta Puebla, la población va creciendo en tamaño y población en detrimento de la villa del castillo de Alcalatén. En 1306, Jaime I concede privilegio a la "villa nostra de las Alcoras" para celebrar mercado los miércoles, tradición que aun hoy se mantiene. El 31 de diciembre de 1336 Juan Ximénez de Urrea concede mandas para el sostén y construcción de la iglesia de Alcora. Fecha de especial significación histórica para la comarca del Alcalatén es 1418. Según Concordia firmada por los municipios de Lucena y Alcora, se acuerda entre ambos el reparto de las tierras del castillo de Alcalatén y la destrucción de la fortaleza y poblado aledaño. En 1725 Don Buenaventura Pedro de Alcántara, noveno conde de Aranda, hereda el castillo de Alcalatén. Los Habitantes de Alcora, aparte de dedicarse a la agricultura, trabajan la arcilla en las alfarerías. El conde de Aranda, inteligente, gran observador de sus reinos, fija su atención en los 24 hornos de cántaros y alfares, ubicados en Alcora. Como la tierra era de tan buena calidad aprovechó estas circunstancias para crear la famosa cerámica de Alcora. A finales del siglo XVIII, la villa recibe la visita de dos insignes eruditos de la época. En 1788 es el príncipe Pío de Saboya, quien localiza 6 inscripciones sobre piedras de cronología romana. En 1792 el botánico Antonio José de Cavanilles, en su recorrido científico por España, llega a Alcora, hallándola en plena pujanza como consecuencia de la actividad ceramista que se iniciara en 1727 ("las fábricas de loza y porcelana le han dado nueva vida"). Entre 1811 y 1813 durante la guerra de la Independencia, las tropas francesas saquean la localidad y reprimen la resistencia contra su invasión. Tras la guerra de la independencia, en 1818, el Duque de Híjar cede sus derechos señoriales a la Corona. El 21 de marzo de 1838, en el fortín de San Cristóbal, se enfrentaron las tropas del general isabelino Borso di Carminati y del carlista Ramón Cabrera, quien consiguió mantener la posición, obligando a replegarse a las tropas de Borso di Carminati. En 1874 y 1875, durante la tercera guerra carlista es escenario de nuevos combates. Los principales enfrentamientos tienen lugar en San Cristóbal y los montes aledaños los días 14 de junio de 1874 y 26 de mayo de 1875. Ambos supusieron derrotas para los carlistas, que se repliegan hacia Lucena y Villahermosa. Será liberada por los ejércitos de los generales Chacón y Montenegro. Por su apoyo a la causa carlista, Alcora perderá en 1876 la capitalidad del partido judicial, pasando este honor a Lucena, que había permanecido fiel al gobierno constituido. Durante la Guerra Civil Alcora destacó por las numerosas colectivizaciones que se llevaron a cabo en la villa. Al igual que diferentes pueblos de la provincia, el movimiento anarcosindicalista tuvo una repercusión considerable. Fue impulsado desde los sindicatos CNT y UGT. El hecho más remarcable del movimiento anarquista en Alcora fue que llegó a sustituirse el dinero por bonos. Esos bonos no constituían una moneda: no permitían adquirir medios de producción, sino solamente bienes de consumo, y en cantidad limitada.También quemaron el archivo municipal. Alcora es fundamentalmente agrícola hasta 1960, y casi exclusivamente industrial a partir de esta fecha. El desarrollo industrial, centrado en las tantas veces mencionado "monocultivo del azulejo", tiene su origen histórico en la Real Fábrica de Loza y Porcelana del Conde de Aranda, fundada en 1727. Si bien desde un principio la manufactura del conde fabrica azulejos, no deja de ser una producción escasa y de encargo. Será a principios del siglo XX cuando comience el desarrollo del azulejo con carácter puramente industrial. La gran crisis de 1931 actuará de forma implacable sobre el sector cerámico: en 1936 sólo quedaban 3 de las 9 fábricas inventariadas pocos años atrás. Tras la guerra civil se reanuda lentamente la actividad fabril, y sólo a partir de los años 60 del pasado siglo se producirá la verdadera eclosión industrial.