Su origen está en la donación que en 1628 hizo el labrador Antoni Castell de estos terrenos a la Cofradia de Llauradors para edificar en ellos una ermita dedicada a San Isidro y a San Pedro. La primera piedra se colocó el 10 de junio de 1630, finalizándose las obras en 1644 gracias, entre otras aportaciones, a la donación de la doncella Úrsula Mas.
La ermita fue utilizada como hospital durante la epidemia de cólera de 1885. En el año 1892 fue rehabilitada y devuelta al culto religioso. Cedida a las Entidades Agrarias de la ciudad en 1972, fue restaurada de nuevo poco después y es una de las mejores conservadas del término. Sus terrenos, que incluyen una zona ajardinada y arbolada y un pozo con brocal de piedra, están cerradas por un murete de piedra con tela metálica. El entorno está muy cuidado pero hay que lamentar la existencia de una estación eléctrica en sus inmediaciones.
Llama la atención su amplia fachada, coronada por espadaña con campana, fachada que gana en anchura al apoyarse en los primeros contrafuertes laterales. Tiene porche previo envigado con tejado a una sola vertiente, completamente abierto ya que está sostenido por delgadas columnas cilíndricas. Bajo él se abre la puerta de entrada, con grandes mirillas, en arco de medio punto y con lápidas de piedra y poyos corridos a ambos lados. La cubierta del edificio es de tejas a dos aguas, y posee casa del ermitaño anexa.