Para otros textos quedarán los datos numéricos y las fechas detalladas. En este, quiero hablaros de las sensaciones que nos ha transmitido un pueblo, la cálida bienvenida que ofrece Morella al visitante, sin escatimar en buenos modos, sonrisas y aroma a buen comer.

El clima mediterráneo de alta montaña de esta población te envuelve en verano, en invierno te mece en una cuna fría pero agradable, de esas que recuerdan a la manta junto a la chimenea y castañas asadas. El censo marca una población de 2198 habitantes en 2012 pero la época estival añade unos cuantos más, que vuelven por vacaciones, turismo o visita obligada si pasas por la comarca de Els Ports.

Son tradicionales los embutidos, jamones y quesos. Degustarlos le acerca a uno, cuando te los llevas a casa, a ese aroma de franqueza que tiene la población, a ese fresco y verdadero, rojo y perezoso amanecer que puedes observar si te levantas temprano.

Destacaremos entre los amantes del buen yantar, sus quesos de cabra y oveja. Pan, queso y vino, la comida sencilla y tradicional de cada día que hoy se reafirma en las terrazas de cada bar o restaurante como una experiencia casi mística para los que nos gusta comer.

Y si de comer hablamos, no te puedes ir de Morella sin comerte un Flaón, algunos dicen que el pecado te perseguirá y cuando hayas probado uno, la maldición de querer repetir no te abandonará nunca. Perdonaremos la mengua de aquel que no los pruebe si lo solventa degustando su principal ingrediente, el requesón, adornado con un buen chorro de miel artesana.

Su castillo, avatar de la templanza y el aplomo. Fue construido aprovechando la roca madre y han gozado de su cobijo civilizaciones y culturas diversas. Tan imponente se muestra, que fue declarado Monumento Histórico-Artístico por el Decreto del 3 de junio de 1931.

No solo de pan vive el hombre ni de castillo una ciudad, así que no puedo dejar de recomendaros sus murallas medievales, limpias y serenas defensoras. Parada obligatoria entre bodegones y terrazas son sin duda el acueducto de Santa Lucía, la Iglesia de Santa María, la de Sant Joan, la de Sant Miquel y la de San Nicolás. Cada una tiene su personalidad y su fuerza, cada una acuna al turista con una nana distinta. Para los amantes o perseguidores del arte, el Convento de San Francisco muestra un claro ejemplo de la personalidad del gótico catalán-valenciano.

No podemos olvidar sus fiestas, la luz que desprenden sus calles, desbordadas de ganas de pasárselo bien. Para muestra, un fiestón, el Sexeni, ya testimoniado allá en el siglo XVII y que atrapa al visitante en una red de color y calor pero del que se siente por dentro.

Podría seguir escribiendo y secar la tinta de las ideas, pero la verdadera experiencia que te recomiendo, a ti curioso viajero o escapista de fin de semana, es que te acerques a Morella, que la notes, la sientas y la huelas. Y luego me cuentas.

Disfrutad .

Podéis saber más sobre Morella accediendo a nuestra sección sobre la población o visitar la galería fotográfica completa.

Por Txema Tirado, a 9-8-2016