Quién no ha visitado el antiguo Monasterio del Desierto de las Palmas no puede decir que conoce Benicàssim. Es una visita obligada, típica y tópica pero ineludible. Se presenta en un entorno natural, verde y tranquilo, junto al mirador del desierto, que además de ofrecernos la panorámica de la ciudad y del parque, transporta nuestra vista hasta el mismo Mediterráneo.
Las ruinas de dicho monasterio se encuentran en un llano entre barrancos, y la dimensión que presenta su distribución hace suponer que fue de cierta importancia. Según Sarralde, J.L. en su artículo publicado en
Guías Viajar, es una de las propiedades más grandes de la iglesia en España. Se construyó entre 1697-1733, pero no se tuvieron en cuenta las características propias de la región, donde el clima presentaba grandes irregularidades pudiendo llegar a llover torrencialmente muchos días seguidos o no hacerlo en meses. Si a esto se le suma la ubicación y composición del suelo, da como resultado lo que aconteció en 1873, un movimiento de tierras que puso en riesgo la estructura. Según algunas fuentes dicho año fue particularmente húmedo y lluvioso.
El conjunto constaba de claustro, aljibes, hospedería y un palacio episcopal. El camino desde la carretera hasta las ruinas está regado de grutas, muy bien conservadas, donde se retiraban los monjes a rezar. El recinto en sí, ahora se encuentra cercado por una valla de metal que impide el acceso.
Haciendo un poco de historia, la orden de los carmelitas viene de Palestina, cuando incursionaron en Europa se fusionaron con los hermanos mendicantes (que mendigan) adoptando la mendicidad junto al estudio y el retiro espiritual de la orden.
En este caso, lo que comenzó siendo una vida de ermitaños acabó convirtiéndose en un importante foco atrayente de nuevas vocaciones a la diócesis. Destaca el hermano Fray Antonio de Jesús María que se convirtió en experto en hierbas aromáticas. Estudios que le valieron para colaborar con el licor con el que se mantenía el convento y las almas que allí habitaban. Hasta convertirse, actualmente, en uno de los productos típicos de Benicàssim.
Hoy, al contemplar sus ruinas, el visitante puede imaginar la vida que se llevaba en estos parajes retirados, silenciosos e idílicos del Parque Natural del Desierto de las Palmas. “Con el Mediterráneo como fondo, estas huellas del pasado descubren una estampa de serena belleza que invita a rememorar la sencillez y la santidad cotidianamente allí vividas durante un siglo”.